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Elecciones en Brasil: Un nuevo Lula ha llegado

Esperanzas desmesuradas y temores infundados por los resultados en Brasil. ¿Qué se viene en Latinoamérica?

Por David Emiliano Aguirre

Ha sido una victoria ajustada para Lula y una derrota ajustada para Bolsonaro, que por el momento no ha dicho nada al respecto. Comparado con otros oficialismos no le ha ido tan mal, aunque es la primera vez que un presidente brasileño pierde una reelección desde que fuera admitida en la enmienda constitucional de 1997. 


La campaña fue intensa y abundó en fake news, acusaciones, calumnias y se temió todo el tiempo una escalada incontrolable de violencia. Pero más allá de algunos incidentes aislados la votación se desarrolló pacíficamente. 


Tal vez Bolsonaro deja que sus partidarios más radicalizados pasen a la acción. Hasta este momento se registran bloqueos en rutas de 25 estados. Los manifestantes son camioneros que denuncian fraude en las elecciones y se niegan a ser “gobernados por un corrupto”.



El actual presidente continúa una lamentable tradición que incluye a malos perdedores como Cristina Fernández de Kirchner y Donald Trump. 


La felicitación al adversario y la admisión de la derrota son actos sin relevancia institucional; en el caso de Brasil, 48 horas después de certificado el resultado de las urnas, debe comenzar el período de transición, que lleva adelante una comisión designada por el mandatario en ejercicio. El nuevo presidente puede recurrir a la justicia en caso de que el trámite se demore.


¿Vuelve el socialismo del siglo XXI a Latinoamérica? Las circunstancias son muy distintas a 2003. Aquel boom de las commodities permitió hacer realidad hasta cierto punto las fantasías más delirantes de redistribución de la riqueza, obra pública, superávit y pago de deudas. También, cómo no, las fantasías de enriquecimiento y construcción política basada en el clientelismo. 

Hoy el boom que se teme es el de la guerra atómica. La inestabilidad y la inflación afectan a democracias tan sólidas como las europeas. Los países latinoamericanos, como de costumbre, se refundan con cada cambio de gobierno.


Brasil no lo ha hecho tan mal como la Argentina en todos estos años. Pero su crecimiento se ha desplomado, se sentirá la dependencia de recursos que no posee y que se han encarecido para todo el mundo. La situación fiscal no permitirá sostener una política social tan intensa y transformadora como en la primera década de este siglo.


Sin embargo Alberto Fernández, nuestro Alberto Fernández, no ha podido contener su felicidad y se sumó a los festejos, con su comitiva, personalmente. Es demasiado optimista. La afinidad ideológica con nuestros vecinos, por sí sola, no solucionará nuestros propios problemas, que son muchísimos. Ni propiciará mágicamente la Patria Grande, que tendría que surgir (alguna vez) más allá de las diferencias de pensamiento y los cambios de administraciones.


Lula vuelve al poder con un amplio acuerdo entre partidos políticos. Esto, junto con el estrecho margen, demuestra que no ha sido fácil vencer a Bolsonaro. Y son costos que habrá que pagar. 


Los aliados van desde la extrema izquierda hasta el centro e incluso algún sector de la derecha moderada, incómoda con las excentricidades de Bolsonaro. No se podrá conformar a todos. El gabinete que resultará de esta alianza se negociará febrilmente durante estos dos meses hasta la asunción. 


Lula ha demostrado capacidad de liderazgo y mucha habilidad en este tipo de negociaciones. Tiene más experiencia que Boric, por ejemplo, que ha tenido que sufrir renuncias a muy poco tiempo de asumir. No obstante la amplitud de visiones, la expectativa es que el nuevo gobierno se muestre consolidado y unido. Al menos por un tiempo. 


Será necesario. La actitud de Bolsonaro hace suponer que la oposición será feroz. Cuenta con mayoría en el Congreso y ha retenido un bastión importantísimo como el estado de San Pablo. Actitud y fuerza no le faltan.


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