Por David Aguirre
Los golpes de Estado no son la noticia cotidiana que solían ser en otros tiempos, afortunadamente, y nos llegan de países que nos cuesta ubicar en el mapa. Myanmar, también conocida como Birmania, un país del sudeste asiático está pasando por este grave problema.
El análisis de la situación política, seguramente compleja, no es pertinente aquí, pero se repite un objetivo de otros regímenes de facto: el apagón de internet. Hay dos temas interesantes para analizar.
El primero: ¿por qué se plantea cortar la red? En otros tiempos eran las emisoras de radio y TV que se pasaban a ocupar físicamente. En este caso, se repite una excusa que, incluso, se esgrime en algún momento desde todo el espectro político, de derecha a izquierda: evitar la propagación de “fake news”.
En realidad se trata de evitar la circulación de toda “new” que cuestione la situación. Pero es asombroso constatar que esta nueva amenaza de las noticias falsas despierta tanto encono en despachos de regímenes democráticos como en señores armados hasta los dientes y que las soluciones tienen muchísimo de autoritarismo y arbitrariedad.
El segundo tema: ¿es posible “cortar” completamente internet en un país? A pesar de lo etéreo que imaginamos la red de redes, la mayor parte del tráfico depende de cables. Y hago la salvedad de “la mayor parte”, porque como vimos en el caso de Starlink, está en ciernes la irradiación satelital.
Otro aspecto es que el origen de internet está en un proyecto militar (vaya paradoja) de red distribuida, un diseño orientado a la redundancia, esto es, que en lugar de depender de un centro enviando o recibiendo, se trata de multitud de nodos haciendo esta tarea, de modo que la falta de uno no impide que la comunicación llegue al destinatario.
El éxito del corte de internet en un país es posible hasta cierto punto y dependiendo del control que haya sobre los proveedores. Un apagón absoluto es una fantasía totalitaria.
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